- Quería verte, ha sido demasiado tiempo -respondió de forma respetuosa. Ella se presentaba altiva, pero él era capaz de sentir cierto temor mezclado con odio.
- No, no es odio -comentó Margot sin que su voz temblara mientras le miraba de arriba a abajo con una mueca de asco-. Y mucho menos temor. ¿Sigues haciéndote llamar Vincent?
- No, me he reconciliado con mi verdadero nombre, Marco.
Ella emitió una pequeña risa. Parecía más tranquila, aunque sus sentidos estaban en guardia.
- Dime, de verdad, ¿por qué has venido?
- Ya lo he dicho, quería verte. Veinte años son mucho tiempo.
- Sí, toda una vida. ¿Para qué querías verme?
- He pensado en ti todo este tiempo.
Margot resopló. Caminó despacio por la sala como un animal que se pavonea ante su presa antes de atacar. El tafetán de su vestido crujió al sentarse la dama sobre un diván.
- Si tanto querías verme, ¿por qué no te has acercado a mí estos días?
- No quería molestar, no quería que tu marido sospechara...
- Mientes - dijo alzando la voz mientras caminaba hacia él-. Te he visto hablando con ella y no pienso permitir que vuelvas a hacerlo.
- ¿Estás celosa? -preguntó Marcus con desdén.
Margot le propinó una bofetada sin que él intentara detener su mano. La piedra de uno de sus anillos le hizo un corte en la mejilla. Una gota de sangre resbaló por su pálida tez hasta que uno de sus finos dedos la recogió y depositó en sus labios. Cuando su lengua recogió sutilmente la gota de sangre, no quedaba ni rastro de la herida.
- Eres un monstruo, Marcus.
- Pero eso no impidió que me amaras un tiempo, incluso quisite convertirte en lo que soy.
-Yo era una niña entonces, no sabía lo que hacía...No te acerques a mi hija, ¿lo has entendido? Ella no es como yo.
- Lo sé, por eso prefiero dejar que ella decida si quiere seguir viéndome. Margot, es una joven muy poderosa y creo que eso te asusta...y te da envidia.
Margot gritó al tiempo que un pequeño cofre de cristal que había sobre una mesa se rompía en mil pedazos. Marcus se dio la vuelta y caminó con paso firme hacia la puerta.
- ¡Si te acercas a ella, le diré lo que eres! -gritó histérica.
Marcus se giró justo antes de atravesar el arco que conducía hacia el pasillo.
- Díselo, quizá entonces sea ella quien no dude en acercarse a mí.
- No, no es odio -comentó Margot sin que su voz temblara mientras le miraba de arriba a abajo con una mueca de asco-. Y mucho menos temor. ¿Sigues haciéndote llamar Vincent?
- No, me he reconciliado con mi verdadero nombre, Marco.
Ella emitió una pequeña risa. Parecía más tranquila, aunque sus sentidos estaban en guardia.
- Dime, de verdad, ¿por qué has venido?
- Ya lo he dicho, quería verte. Veinte años son mucho tiempo.
- Sí, toda una vida. ¿Para qué querías verme?
- He pensado en ti todo este tiempo.
Margot resopló. Caminó despacio por la sala como un animal que se pavonea ante su presa antes de atacar. El tafetán de su vestido crujió al sentarse la dama sobre un diván.
- Si tanto querías verme, ¿por qué no te has acercado a mí estos días?
- No quería molestar, no quería que tu marido sospechara...
- Mientes - dijo alzando la voz mientras caminaba hacia él-. Te he visto hablando con ella y no pienso permitir que vuelvas a hacerlo.
- ¿Estás celosa? -preguntó Marcus con desdén.
Margot le propinó una bofetada sin que él intentara detener su mano. La piedra de uno de sus anillos le hizo un corte en la mejilla. Una gota de sangre resbaló por su pálida tez hasta que uno de sus finos dedos la recogió y depositó en sus labios. Cuando su lengua recogió sutilmente la gota de sangre, no quedaba ni rastro de la herida.
- Eres un monstruo, Marcus.
- Pero eso no impidió que me amaras un tiempo, incluso quisite convertirte en lo que soy.
-Yo era una niña entonces, no sabía lo que hacía...No te acerques a mi hija, ¿lo has entendido? Ella no es como yo.
- Lo sé, por eso prefiero dejar que ella decida si quiere seguir viéndome. Margot, es una joven muy poderosa y creo que eso te asusta...y te da envidia.
Margot gritó al tiempo que un pequeño cofre de cristal que había sobre una mesa se rompía en mil pedazos. Marcus se dio la vuelta y caminó con paso firme hacia la puerta.
- ¡Si te acercas a ella, le diré lo que eres! -gritó histérica.
Marcus se giró justo antes de atravesar el arco que conducía hacia el pasillo.
- Díselo, quizá entonces sea ella quien no dude en acercarse a mí.