-¿Quién era ese caballero? – preguntó H desde la cama.
L esperó unos segundos antes de responder.
-¿A quién te refieres? –cuestionó L con un tono que mezclaba inocencia y picardía.
- El del tercer y cuarto baile, el rubio de bigote, delgado y alto.
L dejó el peine sobre el tocador y se giró hasta posar sus ojos en los de H mientras trazaba una sonrisa en sus labios.
-¿Por qué te ríes?- preguntó H con cierta molestia.
-¡Son celos!
- No, no son celos. Bueno, quizá. Sí, de acuerdo, son celos. ¿Tú no te pondrías celosa?
- ¿Si bailaras con un hombre?-preguntó divertida.
-Oh, vamos. Ya sabes lo que quiero decir.
-Hmmm, yo estaría celosa si tú durmieras con otra mujer que no fuera yo.
- Sabes que nunca haría eso, ¿verdad?-respondió H mientras se levantaba de la cama y caminaba hacia L -. ¿Quieres ayuda con el corset?
- Claro, sé que te encanta desatarlo.
-Sí, tengo algo de experiencia-comentó mientras apartaba el cabello de L.
L cerró los ojos mientras H desataba el cordón del corset con destreza y rapidez. Poco a poco la prenda perdía fuerza y L podía respirar con total libertad. Sentía el aliento de su amante en la nuca, su boca casi rozando su cuello. Cuando L estaba a punto de girarse para besar esos labios que tanto deseaba, el corset cayó al suelo del dormitorio.
-Voy a la cama-dijo H caminando hacia el lecho. Justo antes de sentarse sobre las sábanas, H se quitó la camisa que llevaba para dormir. L contempló cómo el cuerpo de su amante quedaba poco a poco al desnudo, descubriendo una delgada silueta.
- Mi padre quiere casarme de aquí a un año como mucho-dijo L al sentarse sobre la cama frente a su amante. Esperó su reacción. No hubo lágrimas, ni ira, tan sólo una mirada que mezclaba melancolía, desesperación y la más profunda devoción.
H observó el rostro de la bella mujer que se encontraba delante. La besó con ternura mientras su mano derecha se deslizaba por su cuello con suavidad. L se incorporó levemente y se desnudó ante la mirada atenta de su amante. H la observó deseando besarla, tocarla, abrazarla, amarla, pero fue ella quien tomó la iniciativa.
Durante unos segundos se contemplaron en silencio. Todo había empezado con un beso, como tres años atrás, sólo que esta vez no fue un beso furtivo sino lleno de pasión.
-No sé qué pasará de aquí a un año. Ni siquiera sé qué pasará mañana. No me importa, ¿sabes? Podría morir después de esta noche y sin embargo decir que he vivido plenamente. Podría permanecer una eternidad en este mundo…
- …y sin embargo decir que no he vivido si no es contigo – finalizó Laura-. Esta noche es nuestra, ¿no? Esta noche es para nosotras, Helena. Quizá sea nuestra última noche juntas.
- Siempre pensé que cada noche sería la última, Laura, por eso nunca dejé de amarte.